"El principio del silencio..."
- Daniela Alejandrina Pérez
- 25 feb 2018
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 26 jun 2024
Recién a entrado al caos de sus pensamientos, surge de una nueva experiencia en la vida, dice ser capaz de transformar su cuerpo en oro. Se trata, desde luego, de un sueño sigiloso, y para demostrarlo ella se desnuda, se recuesta sobre la cama y queda encallada en una escultura de oro puro. Así, desde el deseo carnal hasta el súbito asombro,queda anonadado en la fascinación. De pronto, el sonido del celular irrumpe en la quietud del aire, el silencio. Le ofrece una taza de café. Qué inocente y compleja debe parecerle la vigilia. Segura en su desnudez, ésta mujer que deambula por el cuarto esta cubierta de piel porcelana y en sus delicados rasgos, la luz le enceguece. Quizás con el tiempo, él podía amarla en su notable sencillez. ¿Te habrán tomado fotografías? Lineamientos sin sentido. Ha vulgarizado una virtud. Necesita fumar un cigarro, pero no es capaz de abrir la cajetilla. Se ha comportado como si supiera quién es. La luz del amanecer delata la transparencia de su cuerpo.” Es más difícil convertir el oro en carne..”
Le conoció entonces. Llegó a creer en la dichosa casualidad, en el embotamiento del trasnocho continuo. Detrás de estos versos se escondería el más descabellado recuerdo, pero entonces no lo sabía; sin embargo, le escogió. Apenas le salía la barba y entre una mirada placida, hasta sus primeras palabras dirigiéndose presurosas a tal cliché, le incitaban a conocerle. Debieron ser sus manos: finas, blancas. Las imaginó expendiéndose entre la silueta de su cuerpo. Siempre había tenido debilidad por las manos. Recordó con nostalgia su sombra levantándose de la cama frente al espejo. Ella le miraba desde el reflejo. Las dulces dosis de cariño se reparten con estricta moderación, con un encantador sentido de las proporciones. Es una frialdad congénita, refractaria; horarios minimizados, su presencia y el regocijo, conformismo y nostalgia. Es una sensación sin fronteras; se corrompe en instantes, en magias simples, inexplicables con palabras. Todos estos años con el síndrome de la cotidianidad, el proceso intransitable entre los dos. Le intrigaba su indiferencia ante la constante incomodidad de encontrarse, las pasiones dominadas, varoniles. Pensaba en de dónde vendría, en el secreto de unas manos tan suaves, tan nuevas. Pero no preguntó nada. Sigue siendo el enigma inconsciente, impenetrable, inaccesible...
-Nina Andrade

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