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Magnolias

  • Foto del escritor: Daniela Alejandrina Pérez
    Daniela Alejandrina Pérez
  • 26 may 2024
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 26 jun 2024

Como tres magnolias que vagaban a través del tiempo.

Como las nubes que besaban las tonalidades del cielo y su melodía se abrazaba del recuerdo de un viaje de misterios.

Entre el ser, presente, nostalgia del lenguaje inconcluso del ayer.


El silencio apagó la llama.

Dormitaron entre los delirios la ansiedad de liberar las manos de aquella cadena de poseer esos instantes que a la poesía vieron florecer, decaer, resurgir y avanzar.

No supieron quedarse, amarle, contar entre versos nuestra historia.

Correr al tiempo, al viento y sus impurezas.

Los rezagos del conocer, saber, evolucionar, caminar, permanecer.


Su sombra transmutó en el cuarto.

Los colores de aquellas versiones de primavera y otoño, oscuros color noche y turquesa color cielo, se transformaron en el infinito mas no en el olvido, pero su brillo tan opaco e indiferente dejó de enceguecer.


Aquel beso quedó bajo las alas de la confusión y la condena.

Aquel astro de luz que en medio del renacimiento de mi ser me nombró poeta, le dejé volar libre entre las estrellas aunque a la distancia escuchara de dónde viene mi lamento. 


Por más versos que llovieron a la puerta de su corazón, decidió permanecer inerte en el diluvio.

Sus nombres quedan plasmados en el sol, en la tierra, en el fuego, en la nieve, en la tinta, en la serendipia, en mis improntas y desvelos.


Deseo que su brillo sea eterno.

Deseo que la consciencia alcance su destino.

Deseo que su cielo se cubra de amapolas.


Se puede salir de la tormenta cuando el poeta de la mirada correcta llega a plasmar de girasoles la noche estrellada que el alma sabe merecer y reconocer.


Vernos a los ojos es como regresar el tiempo.

Las voces de aquello que sé y lo que desconozco.

El olvido no era opción, la transformación era inevitable.


Girasol de primavera, 

sus versos han convertido mi ausencia en pureza.

Resiliencia, poetiza, fuego que conquista.

Tres cráteres dentro de sus ojos, entre verdes y mieles.

Universos infinitos que en su magia conquistan el brillo de mis estrellas.

Nebulosa jade que le habita, que su aura sabe abrazar en mí, en mis melodías, en mis heridas.


Sueños materializados y caricias de pureza, repletos de belleza, de su encanto.

Vestido de misticismo y magia que sale del orbe de la tierra.

Polvo de diamantes, le da paz al silencio.

Cubre con su espíritu el presente y su estado consciente.

Fuego, libertad, amor, alegría, epifanía.


Poeta.


Poeta del cielo, del cosmos, de la nada y del todo, poeta felino, poeta de las flores y el ruido.

He comenzado a creer en las luciérnagas que iluminaron el camino cuando le puse alas a mis pies y apareció entre la literatura, en Benedetti, en Pizarnik, en Castellanos, en Huidobro, en Cortázar.

“Toco tu boca” y se crea una bomba atómica que sana las incertidumbres y conceptualiza con los astros la mañana psicodélica que arropó su energía entre libros, vino y magnolias.

Florece frente a mis ojos.

Se abren caminos y galaxias, posibles vidas, posibles lugares y letras.


Ya no dolía el pasar del tiempo, solo el esplendor del universo que me hizo ver cuánto amor aún llevo entre las manos.

-Nina Andrade















El Tártaro, 2024.

 
 
 

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© 2018 por Daniela Pérez (Nina).

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