Vieja soledad
- Daniela Alejandrina Pérez
- 11 jun 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 26 jun 2024
Me ahoga una silenciosa y profunda tristeza.
Llevo días charlando con la vieja soledad,
vieja testaruda e insistente.
Un manjar para los viajeros que van de paso,
me insiste en quedarme,
me insiste en huir.
Pobre vieja soledad,
tan loca y desconcertada,
tiene días paseándose por acá.
Se ahoga en sus propios huesos
y se toca pensando en que volverá a aparecer. Espera ser amada,
espera ser comprendida y comprender.
Que la vida se le ha ido en un suspiro
y múltiples días de vicios y vacíos.
Risas y besos,
tacto ciego,
ansiedad premeditada,
nunca fue tan fuerte como aquel día.
Lleva por adornos cicatrices de un amor de humo,
vieja y desesperada,
ansiosa por saber.
No cabe su respiración en su pecho
y con sus sonrisas grises crea un refugio para la elocuencia de su andar.
La danza de sus viejos deseos,
al reloj que desconcierta
y se vuelve atemporal.
Tócame,
tócame cuando sepas quién soy,
vieja soledad,
que mi corazón guarda humo por ti
y te espera.
Alegóricamente respiro
y apareces cuando la yaga de mis heridas ha vuelto a sanar.
Sol de noche de desencantamiento,
fría y musa del destino,
por aquel canto que guardé por tu voz que aún estremese mis entrañas.
Si tus manos tocan fuego
y la luz rojiza de tu cuarto me pasea por un sueño que jamás existió.
Todo está en tu cabeza,
vieja soledad,
cito sus palabras,
respiras por inercia
y te callas por sed de su amor.
Sigo volando con tus tatuajes y el fruto de nuestros desvelos.
Palabras al aire,
vieja soledad,
tan sórdida y perdida en el infinito.
Infierno que has de apagar.
Llévame al centro de tus secretos,
cobíjate en mis brazos que siempre te van a resguardar.
Recorrería el mundo por tus misterios
y mis manos serían tuyas,
por tus ojos que tanto he amado
y la angustia constante de no saber que viene después.
Vieja soledad,
conóceme,
ámame y hazte presente en mi piel.
Hazlo bien en esta vida,
antes que se apague la luna otra vez.
Esta vieja soledad habla de ti,
habla de mí,
de los susurros que sopla el viento cuando intento dormir.
Gracias vieja soledad por aquel beso eterno de la vida,
aquel que encontré en sus ojos antes de despertar.
-Nina Andrade

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