Colibríes
- Daniela Alejandrina Pérez
- 31 dic 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 26 jun 2024
En una línea directa al infinito, respiro al tiempo.
Estaré en la luna esta noche y no lo sabrás.
Siempre listos para volar.
Nada detiene a la corriente, fluye sobre el caudal del río.
El océano es un lugar adecuado para abandonarse en los pesares de una vida plácida y rutinaria.
Ya se conoce cómo funciona esto, nace, se transforma, muere, trasciende.
Morimos para abrirle paso a nueva vida.
Se marchitan algunas flores en otoño para renacer al inicio de un nuevo ciclo.
Paciencia que exaspera la existencia.
Demasiadas voces hablando al mismo tiempo.
Llega la calma, juntos observando las estrellas, en el lugar más alto de la ciudad.
No existía el pasado, no había futuro, solo nuestra energía inmersa en el momento.
Querida cordura, ayúdame a amar en libertad.
Dormida o despierta, con los años, entre letras.
No se puede comparar la paz que se siente al recostar mi cabeza sobre tu pecho mientras besas mi frente y el sonido de tu respiración se vuelve el placebo perfecto de tu recuerdo cuando estas lejos.
He tocado las nubes mientras mis memorias se dispersan como la marea.
Sin razón aparente, nos volvemos tiempo, fuego y ceniza.
En los días que se aproximan, llenos de júbilo y serenidad, entre la magia del cosmos y el universo de tus manos. En la voluntad del destino, para que los amantes se encuentren una y otra vez sin saber cuándo se aproxima el final en este paso terrenal.
Como dos colibríes que vagan por el cielo, como el compás más suave de una canción, como el frío de diciembre y lo más bello de este año, en aquella mirada plácida, sin cristal que opaque su brillo y su aroma presente en cada respirar.
Como los colibríes que nos visitan en sueños, la libertad que dibujan sus alas y vuelan, vuelan en la relatividad del tiempo mientras te pienso, mientras te espero una vez más.
-Nina Andrade

Imagen: Marco Mazzoni
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