Primavera

Últimamente los párpados pesan más.

Las melodías suenan diferentes cuando nos aislamos en nuestro propio mundo.

La persistencia es aquello que le sobra a este corazón embrollado.

Su silencio retumba más sobre el ocaso del amanecer cuando apenas dispongo de los ánimos para decirle una vez más que le quiero, aun cuando sus labios callan.

El sutil y complicado anhelo de vivir contemplándole en sueños, amándole en silencio, recordándole entre líneas sin llegar a un fin determinado.

Nos volví colibríes, volando en esta incesante travesía, viviendo el ostracismo de nuestros sentimientos aun sabiéndole frágil como aquel fragmento provecto que aprecié desde mis ojos y desde mi corazón. Y quizás, en alguna noche vieja, entre mis manos, dejando de lado lo precario y cotidiano de la vida, nos volvamos amor e infinito como aquellas historias viejas narradas en serendipia.

Recordándole aquella ves tras el reflejo de la ventana, sabiendo inconscientemente que nuestras vidas se cruzarían una y otra vez. Sentimientos, emociones que nunca vuelven a sentirse de la misma manera y los replicamos cada vez que vemos juntos un nuevo amanecer.

Dieciocho es un número inquietante, un complejo de soledad, un lío de tiempo, un amor distante, noches de euforia, instantes de placer, manos frías, andenes vacíos, cartas incompletas, deseos guardados en el sonido oculto del alma, aprendizajes, realidad sin imposibles, idealizar historias, soñar despierto, cantar sin emitir sonidos, esperar a ciegas, vivir el momento, sonreír a destiempo, quedarnos sin aliento.

Esperar la primavera para volver a dormir cuarenta días en el invierno. Adagio in G Minor acariciando sus oídos antes de dormir, con la confianza a ciegas, los ojos vendados y mi corazón en su esencia pura entre sus manos.

-Nina Andrade

Fotografía: Las cuatros estaciones, Giuseppe Arcimboldo 1563,1572 y 1573. Los cuatro elementos. Se acompañaron con un poema de Giovanni Battista Fonteo, que explicaba el sentido alegórico.​